Llevo años tratando que no se note demasiado mi mediocridad, disfrazándola de muchas otras cosas. Lo malo es que llevo años siendo consciente de ella y tratando de "engañarme" a medias a mí misma: yo lo sé pero si los demás no se dan cuenta puede haber alguna que otra esperanza. A la larga, esto es del tipo de cosas que acaban por notarse. Tal vez la gente se sienta engañada y, al final, acabo diluyéndome en sus vidas, como algo que estaba de paso, sin dejar mucha huella.
Al principio tenía esperanzas. Otro mundo es posible, decían. Y yo, con la inocencia de los primeros años, lo aplicaba también a mí misma. Más tarde me dí cuenta de que contra eso no se puede luchar, está - por decirlo de alguna manera - como "establecido". Yo tenía que estar en el camino de los perdedores. No tardé en darme cuenta. A veces, algo hacía variar esta dirección mínimamente y me da daba ciertas esperanzas de redención. Luego, sin más, todo volvía a su cauce normal.
LLegó un momento en que tuve que cambiar de estrategia. Luchar a contra corriente no tenía sentido. De ahí, mi gusto a los disfraces.
El árbol de mango no requiere de riego y rechaza los incendios; una plantación de mangos difícilmente podría quemarse durante la época de sequía. Es un árbol agresivo con otras especies para ocupar un espacio determinado.Su época de cosecha presenta un "pico" en el mes de mayo en las latitudes subecuatoriales del hemisferio norte ya que en este mes es cuando se inician las lluvias en estas latitudes, por lo que toda la maduración de los frutos se produce en los meses de mayor sequía.