jueves, 24 de abril de 2014

CAMINAR O LA MAGIA DE SER UN "VAGAMUNDO"

Creo que lo único que me mantiene en pie últimamente es caminar. Caminar. Caminar. Y caminar.

Más que caminar, vago. O camino vagando.

A veces, cuando me doy cuenta, estoy en una calle que no me gusta, por la que no tenía intención alguna de ir. Doy media vuelta  y retomo camino hacia ninguna parte, como si despertara de un letargo zombi que me hiciera ser consciente por un momento para luego volver a sumirme en él.

Nunca suelo tener un rumbo fijo pero las rutas son similares un día tras otro, con las pequeñas variantes que esta mini-ciudad permite. Casi siempre buscan el camino, acaban en el mar.



Me gusta porque me llena la cabeza de aire, de cielo, de sal y de agua. Y me la vacía de todo aquello en lo que no quiero pensar. Cuando algo me duele, me apena o me tortura lo borro de mi vocabulario, de mis palabras. No así puedo hacerlo de mi cabeza. La única forma, la única, es llenarla de todos esos olores, sabores y tactos que me da el caminar al lado del mar.

También hace que el tiempo pase, parándose en ese momento tranquilo y trasladándome a sitio seguro cuando todo ha pasado.

No sirve de nada esto que hago. Lo sé.

Todo sigue igual: ni mi cabeza se vacía ni hace que pasen los malo tiempos.

Pero sigo haciéndolo día tras día. Como una rutina a la que aferrarme, a falta de otras mejores.

Al menos, bajaré de peso ¿no?. Y puedo decir que soy una "vagamunda" con autorización de la RAE.

lunes, 21 de abril de 2014

EL ABUELO



Así es como me gustaría recordarte: lleno de colores, divertido, peculiar, inventándote chistes, contando historias que nunca se sabía si eran reales o producto de alguna alucinación, diciendo la última palabra: Y punto, riendo...

Me aferro a esta imagen, a pesar de todos los amores y los odios que nos llevamos demostrando a lo largo de todos estos años de conocernos - desconocernos - reconocernos.

Me niego a recordarte lleno de amargura, pidiendo una eutanasia en cada frase, con el ceño siempre fruncido y un gruñido siempre dispuesto a salir de tu boca. No me gusta recordarte cada vez más delgado, dependiente, callado por terquedad porque ya hablaste todo lo tenías que hablar - dices, inmóvil por la misma cabezonería: ya caminaste todo lo que tenías que caminar - repites como una letanía. No me gusta pensarte como alguien abúlico, inapetente, sin gusto por la vida, que se castiga no disfrutando de la música, de la comida, de una buena película. Tú, siempre tan vital, tan enérgico...

Tú te niegas a seguir. Dices que estás cansado.

Yo me niego a verte en tu abandono, en el que tratas de arrastrarnos.
Me niego a que estas imágenes, estas palabras sean lo último que nos des.
Me niego a que lo malo se vaya apoderando poco a poco de mis recuerdos y ya no consiga pensar en ti en positivo.

No quiero porque eso no es lo que tú eres, lo que llevas enseñándome con brutalidad toda mi vida, lo que tantas lágrimas me costó aprender (y sobre todo, valorar). Siempre la risa, por encima de todo, a pesar de todo.

Ahora cuesta dios y ayuda sacarte una sonrisa torva, que nunca sé cómo interpretar pero con la que me contento y me conformo.

Yo también estoy cansada. Eso no te lo digo ¿para qué sacarte de tu mundo?. Y no sé si voy a conseguir lo que pretendo, eso de luchar por imponer mis propios recuerdos. Pero creo que te debo intentarlo.

domingo, 20 de abril de 2014

TARDE DE CAFÉ Y DOMINGO

No es bueno apartarse del mundo aunque no se quiera interactuar con él. No queda otra que mantenerse aunque sólo sea como "observador".

Esto me dije hoy y, después de caminar un rato para despejar mi cabeza o abstraerla o anestesiarme, entré a tomar un café. Saqué mi libro electrónico y esperé por la camarera con el dinero preparado sobre la mesa. Me gusta hacerlo así para que luego nada me moleste. Todo en una misma acción.



Noté que algo se paraba frente a mí y, un poco molesta, levanté los ojos.

 No me interesaban ninguna de las baratijas que vendía.

Nunca sé qué cara poner en estar circunstancias (ni siquiera me sale bien la famosa "cara de circunstancias"). Frunzo un poco los labios en una especie de sonrisa triste de "te comprendo y me apena tu suerte" y miro a los ojos para que vean que es cierto, que no rehuyo. Luego, lentamente, sin altanería alguna (o eso pretendo), muevo la cabeza de un lado a otro. Normalmente eso basta.

No se movía. Murmuró algo de forma atropellada. No entendí. Había levantado los ojos del libro pero parecía que mis orejas seguían pegadas a él.

Reconozco que soy un poco brusca No lo hago de forma premeditada sino que me sale una especie de ladrido cuando llevo mucho tiempo en silencio (y esta tarde lo llevaba). Pregunté "¿el qué?" en un tono que me desalentó incluso a mí misma.

Me repitió despacio: "Un euro para comer".

Y se lo dí.

Luego sentí vértigo.

No éramos parientes ni amigos ni conocidos de innumerable familia extensa. ¿Cómo se habría atrevido?.¿Qué pasaba en su comunidad?. ¿Cómo tendría que sentirse mendigando a un extraño?.¿De dónde era?. ¿Quién le aguardaba?.¿Qué mentiras piadosas contaría de cuando en cuando desde un locutorio cualquiera?.¿Merecía la pena?.

¿Y yo?. ¿Qué coño había hecho?. Como presa de una ensoñación había estirado la mano, cogido el dinero y se lo posé de la mano de la manera más discreta, como tantas veces había visto hacerlo entre amigos. ¿Por qué no le había pedido que se sentara?. ¿De qué íbamos a hablar?. ¿Respondería a mis preguntas?¿Tenía yo el derecho a hacerlas, cual antropóloga inocente a un sujeto-investigado?. ¿Le gustaría el café, el té?. ¿Sería más humillante que le pidiera que se sentara y le invitara a algo de beber y a una conversación que se sentiría obligado a tener, aún sin querer?.

Supongo que él sólo vería en mí lo primero que se ve y es evidente. O tal vez no.

Me comporté como siempre critico que se haga. Hice lo que se esperaba de mí. No lo que realmente quería hacer. No lo que realmente sentía que tenía que hacer. YO, que he leído tanto (y tan orgullosa me siento), que he estudiado todo lo que hay detrás, que he tratado de meterme bajo cada capa de piel, leer entre líneas, comprender lo que a priori me resulta incomprensible, empatizar, luchar por conocer, arrancarme la piel para ver y que me vean...Yo...He sido como cualquier otra persona. Incluso peor porque, en este tema, no soy una ignorante feliz...

Salió por la puerta de la cafetería.

Tal vez incluso hubiese sido peor: una situación incómoda, medio violenta, obligada por mi persistencia, que nada hubiera arreglado o nada hubiera cambiado. Sólo era una gota en el mar. Pero era una gota que estaba a mi alcance. ¿Por mí o por él?.

Sólo sé que me sentí fatal. Terminé mi café de un trago y me fuí yo también.

No es bueno apartarse del mundo aunque no se quiera interactuar en él. No queda otra que mantenerse aunque sólo sea como observador.

¡Vaya mierda de pensamiento para la tarde de un domingo!. Para otra vez, interactúo a ver qué pasa...