domingo, 24 de agosto de 2014

MI MANGO DE NARANJA - LIMA

A veces pienso que es ridículo este empeño mío en seguir manteniendo "vivo" este blog: escribir cuando me inspiro, buscar las fotos, los títulos, revisar la ortografía y la redacción...

 Se supone que un blog está ahí para compartir, interactuar, que otros lo lean y haya aportes mutuos. Éste mío no es así.

Tal vez es que yo me empeño en tener cosas que decir y las creo interesantes, además. Tal vez no sea cierto y simplemente sean un peñazo para los demás.

El caso es que he concluído que me da igual. Porque aquí me siento bien, me desahogo, defino, pienso, sueño, viajo, doy rienda suelta al miedo, a la risa...
Quizá tenga más que ver con un raro diario personal medio público que con un blog propiamente dicho. De hecho, y debido a mi vergüenza crónica que me empeño en vencer (y casi nunca se nota), casi agradezco que esto sea así, sin nadie que me condicione, que me haga sentir incómoda, que me haga tener vergüenza...

Aquí siento que estoy realmente debajo del árbol de mango, sin hacer nada, sólo dejandome llevar a donde quiera que el pensamiento me lleve... Mantengo con este mango una relación similar a la del protagonista del libro "Mi planta de naranja-lima"; exceptuando que yo no me subo en una de sus ramas creyéndome que voy en un caballo al galope ni tampoco el árbol me contesta y me da consejos cuando le hablo.

El mango está al borde de un camino. A veces pasa gente y se para a mirarnos. Luego continúan sus camino como si tal cosa. Nunca nos hablan. Es nos deja más tiempo para nosotros, para crear nuestro universo y mantenerlo sin contaminar.

Así es como siento esto. Mi propio espacio, abierto al mundo, para quien decida pararse a mirar pero sobre todo para poder descargar todo aquello que me va produciendo reacciones, a veces más airadas, a veces más tiernas...
Mi lugar tranquilo y en sombra, donde no hay condicionamientos ni disfraces, ni tiempos ni espacios, donde sentirme acompañada por un mango imaginario que me protege...Un pequeño país de los sueños que hace que me sienta bien

sábado, 23 de agosto de 2014

MENTIRIJILLAS DE SUPERVIVENCIA (O CÓMO INVENTARSE LA VIDA DESEADA EN MENOS DE 1 MINUTO)

Te acompañé al aeropuerto.

Mientras tomábamos un café en una taza inmensa con un contenido sin fin (siempre el mismo truco de los camareros de este "coqueto" aeropuerto; a pesar de que me habías hecho caso y los habías pedido pequeños, me dijiste) no paré de decirte que ojalá pudiera ir yo también en ese avión. Que estaba tentada a comprar un billete de ultimísima hora y volar sin equipaje. Lo dije en broma, claro. Pero te dio pena y me contestaste que el billete no había sido tan caro, como para animarme pero temiendo que hiciera una locura.

En toda esa hora de espera me imaginé que era yo la que me iba y que tú habías venido a acompañarme. Invirtiendo los papeles. Sentí la madeja de nervios en el estómago, como siempre que voy a pasar la frontera infranqueable de un aeropuerto. Sentí la ilusión del vuelo de ida y de lo que me encontraría al bajar. Imaginé las calles por las que caminaría y las mil cosas que aún me faltan por descubrir de esa ciudad y las otras mil que ya conozco y con las que pensaba  reencontrarme.

Te hablé de mi pastelería favorita. No recordaba la dirección exacta. Ya te la mandaría luego. Ví, como en un fogonazo, cuando la descubrimos aquel día, después de llevar horas de camino sin demasiado rumbo, haciendo nuestro mítico "tour del turista" con el que siempre nos premíabamos ,y el sabor de aquellos cruassants después no haber comido nada en todo el día...

Me preguntaste si quería que me trajeras algo. No - te dije. Porque no puedes traérmelo todo, pensé, y una sola cosa sería como una traición.

Ante aquella taza de café soñé que yo era la típica "exiliada voluntaria" que sólo había venido de vacaciones y volvía a mi nuevo hogar, a aquel donde había conseguido lo que aquí no había sido posible, a mi vida feliz, tranquila, llena de colores y olores y lenguajes nuevos... (aquí quizá me dejé llevar demasiado por la imaginación...). Soñé incluso que tu maleta no era tuya sino mía. Y me alegré de que, por una vez, fuese capaz de ir ligera de equipaje (uno de mis grandes retos a conseguir).

LLegó la hora del embarque. El momento de despertar de mi sueño y volver a la realidad. Yo me quedaba. Debía volver al coche (no sin antes pasar por la máquina de pago para poder salir de allí; lo que me hizo pensar que todo sueño tiene un peaje) y conducir aún unos cuantos kilómetros de vuelta a mi real realidad. Tocaba seguir esperando. Vivir lo que tenía. Dejar de soñar para poder seguir adelante.

Pero aún me permití un último "lujo".

Nos paró una comercial para vendernos algo, una tarjeta de un banco o algo así. Ni me fijé, la verdad. Nos preguntó si trabajábamos en España. Como por resorte y sin pensarlo, ambos dijimos que no. Pensé que ibas a dejar que yo hablara y cuando nos preguntó con pena (porque todos os vais, nos dijo) que dónde estábamos trabajando, respondí sin un atisbo de duda ni de vergüenza ni de temblor. Así: rotunda. Como si fuese verdad. Tú, a tu vez, dijiste también tu destino. Y fue una milésima de segundo pero te sorprendí mirándome extrañado.
Cuando pasamos sentí la necesidad de justificarme y te dije, con la boca pequeña, que tampoco era tan mentira.
Lo mío, no - dijiste.

Me sentí mal con aquella mujer por haberle mentido en algo tan nimio y de forma tan gratuita. Pero pensándolo en términos "psicológicos" simplemente proyecté en ella los malos sentimientos hacia mí misma, porque era a mí a quien estaba engañando como una forma de defensa. Porque sin soñar no sé vivir. Porque si no sueño no soy capaz de seguir esperando. Porque, simplemente, eso era lo que quería creer.

Subiste a tu avión. A ese que te llevaba a "mi" destino. A ése, que era otro más de los aviones que perdía.

Yo pagué la "tasa" por soñar en un aeropuerto (sólo 1.70€) y volví a casa.



viernes, 22 de agosto de 2014

PALABRAS Y PALABROS

Palabras que miman, que envuelven, que danzan, que aprietan, que construyen, que conducen, que perdonan, que traicionan, que aman, que apasionan, que viajan, que sueñan, que odian, que gritan, que insultan, que aprenden y aprehenden, que hablan, que se hacen silencio y se volatilizan en el tiempo y el espacio, que engañan, que mienten, que transportan, que describen, que ríen, que embrujan, que lloran, que adormecen, que despiertan, que abren, que cierran, que cambian,que son clave, que son trampa, que protegen, que atenazan, que juegan, que resbalan, que cuentan, que incomodan, que posicionan, que torturan que enternecen, que mutan, que informan, que  esconden, que son sutiles o irónicas, que se disfrazan, que temen, que culturizan, que empobrecen, que alardean, que matan...y así hasta el infinito del verbo.

Por contra, tenemos los "palabros". Que son inclasificables e indefinibles.

Y esto es así independientemente del idioma.


(A J. por ser mi anverso y mi reverso -  aunque a veces lo niegue - y para que lo siga siendo)

lunes, 18 de agosto de 2014

ETIQUETADOS

¿Por qué no dejamos de ser una simple "etiqueta"?

¿Por qué no dejamos de ser hombres o mujeres, blancos o negros, judíos, cristianos, musulmanes o ateos,de izquierdas o derechas, heteros o gays, "patrióticos" nacionalistas o "traidores" regionalistas, víctimas o verdugos, del Norte o del Sur, ricos o pobres, alguien(es) o nadies...?

¿Por qué no SER simplemente, con nuestra maldad y nuestra bondad?

¿Por qué una etiqueta debe obligatoriamente contraponerse a otra?

¿Por qué debemos elegir (o dejar que otros lo hagan por nosotros) unas etiquetas que nos condicionen hasta el punto de regir nuestras vidas respecto a los otros y, lo que es peor, respecto a nosotros mismos?

No estoy clamando por la "ambigüedad" ni por el no "mojarse" aunque pueda parecerlo.

Solamente pienso...

Creo que nadie debiera ver más allá de lo que que ve: a un ser (o una "sera" si tenemos la etiqueta "feminista" puesta).

Un ser (o sera) vestido con etiquetas superpuestas, como prendas de ropa que se va poniendo, quitando, pegándose a la piel, cambiando de lugar en función de su frío o su calor, de su prioridad...

¿Por qué somos por contraposición en vez de simplemente ser?


sábado, 16 de agosto de 2014

LO EXTRAÑO DE EXTRAÑAR



Estáis en todas partes y no estáis en ninguna, como si fueseis sólo los personajes de un sueño que se recuerda a trozos. Ya casi no quedan huellas. Ni siquiera los lugares parecen ya los mismos. Ahora también se desmoronó aquella casa. 
Me pregunto si vosotros (si alguno de vosotros) siente lo mismo al regresar (si es que lo hacéis, lo de regresar, digo).
Os eché de menos. Más bien eché de menos a quien fuisteis y lo que éramos juntos. No extrañé que no estuvierais porque aunque hubierais estado ya ni siquiera sería. Sois otros. A los que ya ni siquiera conozco. Yo también soy otra. Desconocida. 
Y de fondo (como la ñoñería exige), haciendo de banda sonora, una canción de los Celtas Cortos...




domingo, 3 de agosto de 2014

PARÍS

París nunca fue una opción.


Recuerdo que la primera vez que fuí, en el 97, nada parecía estar a mi gusto: la torre Eiffel estaba oxidada, la gente era desagradable, los espacios comunes sucios, había que pagar por todo (hasta por ir al servicio!!!)... Y no era para nada la ciudad de la luz y el amor (patente sobre todo en el barrio donde me alojaba).

Desde entonces he vuelto muchas veces. Ya no llevo la cuenta.

En algún momento París pasó a ser una más de las geografías de mi vida: sitios familiares, recuerdos, tiendas habituales, paseos, mercados y recorridos en coche, librerías, saldos, restaurantes, turisteos, mundos ...



Y empecé a enamorarme de esta ciudad - mundo (como la describe Anne Hidalgo, su alcaldesa "gaditana"). A cada nuevo paso, a cada nuevo descubrimiento... se me iba metiendo dentro casi sin darme cuenta.

Es raro porque nunca había pasado por el proceso de enamorarme de un lugar concreto.
Me gusta (me encanta) mi ciudad, mis pueblos de origen, mi provincia, mi país... pero me gustan desde siempre porque así aprendí a hacerlo desde niña, como un hecho consumado que así debía ser. Nunca fue un proceso. Ni siquiera una opción. Simplemente era.

Y París se convirtió en una opción.

No sé si la elegí yo o ella me eligió a mí. Aunque creo que más bien fue lo primero. Ella se (me) resiste pero al final, acabaré por ganármela.


Adoro París, esa es la verdad. Sueño con París. Vivo París.

Pero sería incapaz de describir por qué. Tal vez porque es un puro contraste: la tranquilidad y la locura, una aventura constante y un profundo miedo, una oportunidad y/o un fracaso, el cielo y el infierno (para quienes no lo consiguen), la racionalidad y lo pasional, la opulencia y la pobreza, los edificios Haussmann y los bloques de HLM, sus mil caras, sus mil colores, sus quartiers que son como un viaje constante sin moverte del sitio...

Cada barrio es un micro-cosmos en el que nada es lo que parece y las sorpresas (buenas o malas) te aguardan tras cada esquina.

Es un conglomerado de pequeños mundos que, a pesar de su grandeza, son cómodos y manejables. No puedo decir que siempre sean accesibles, excepto si vas con la persona adecuada.



No es fácil París, no es nada fácil pero siempre te acoge, aunque a veces no te guarde.

Me siento cómoda allí. Quizá porque yo también soy un contraste, de un extremo a otro.


Volver es como volver a casa. Y es extraño porque nada tengo allí atándome, esperándome...excepto la propia ciudad y sus mundos.