viernes, 28 de septiembre de 2012

CHATÊAU ROUGE

Pienso en Chateau Rouge y me acuerdo de ti, de vosotros...

Imagino por qué calles caminaréis, en qué tiendas entraréis, qué estaréis comprando, qué música sonará, qué os hará sonreír discretamente o reír a carcajadas (una vez pasado el peligro), cuál será la moda "sapeur" de esta temporada, si habréis encontrado a alguien conocido...

Chatêau Rouge es un desastre ordenado a su manera ilógica pero me encanta. Es un viaje de tele-transportación que me hace sentir lo más cerca que puedo llegar a estar (de momento) de mi Grand Congo.

 Chatêau Rouge es en realida una parada de metro en el distrito 18 de París pero lo cierto es que es mucho más que eso...


Es el Grand Congo, le Petit Congo, Senegal, Mali, Nigeria... "Little Afrika".
Es una burbuja dentro de la monstruosidad de París donde encontrarte con lo más insospechado. Chatêau Rouge es para mí una aventura que vivo, respiro, huelo, saboreo, escucho y disfruto. Sensaciones a flor de piel en todos los sentidos.

Solemos bajar  en familia a hacer las compras de la semana para que nunca falte el fufu, el fwmbua, el mbisi  y el pondou en la mesa 


Si bajamos solos nos permitimos más callejeos, más observaciones y "estudios sociólogicos" y muchas más risas. Una vez que entras en Chatêau Rouge debes dejar los convecionalismos a la entrada en la rue DEJEAN, sólo debes dejarte llevar, fluir por sus calles y puedes encontrarte muchos tesoros escondidos y variopintos...



Los sapeur, por ejemplo...


Son los llamados "dandis" africanos. La SAPE es la "sociedad de ambientadores y personas elegantes". Tienen sus propias reglas y lo que prima es vestir elegantemente con un máximo de 3 colores perfectamente combinados (a sus ojos, claro está) entre el traje, la camisa, la corbata y los zapatos. 
Muchos de ellos ni siquiera tienen un trabajo o un lugar donde dormir en París pero cuentan con uno o dos trajes caros combinados con unos buenos zapatos (demasiado para sus escasos ingresos y necesidades vitales), de diseñador, vistosos. Ese es muchas veces todo su patrimonio y su vida. 


Los ves caminando por Chatêau Rouge desde primera hora de la mañana, vestidos todos elegantotes y con sus maletines o sus bastones en la mano. A primera vista parecen hombres de negocios que van a trabajar a sus oficinas del centro pero en seguida reparas en que no... Esa es su ocupación: dejarse ver. Caminan arriba y abajo y lo probable es que te los encuentres más de una y dos veces en tu periplo por el barrio. Sólo se dedican a eso: a ser elegantes, a que la gente los admire por sus buenas maneras y su (supuesto) buen gusto en el vestir. Muchos llevan las fundas de sus verdaderos trabajos como obreros en el maletín de piel de una marca cara; los más, ni siquiera tienen esa suerte.
 Al parecer hay "ricos" congoleños que pagan a los sapeur para que acudan a sus fiestas y darles a éstas un toque distintivo de elegancia. Definitivamente la SAPE se ha convertido en un trabajo para algunos congoleños.
Es todo un fenómeno que me llama poderosamente la atención. Tanto que, confieso públicamente, cada vez que estoy en París me hago con un par de dvds suyos en el que se graban enseñando su ropa de marca, de diseñadores que ni siquiera he oído mencionar antes, en las que se gastan astronómicas cantidades de dinero, haciendo sus desfiles o sus encuentros anuales o sus competiciones. No lo puedo evitar, me fascinan. Y cuando en mis paseos por Chatêau Rouge me encuentro con ellos soy una especie de Félix Rodríguez de la Fuente a la caza (y observación) del lince ibérico. Supongo que me apasionan porque no los entiendo. No entiendo su afán por regirse con valores decimonónicos como la elegancia a cualquier precio (incluso del pan nuestro de cada día), de unos buenos modales obsoletos y absurdos y esas ganas de mostrarse ante los demás como pura fachada.
 Porque ser sapeur no es sólo una forma de vestir sino una forma de vivir y encarar el mundo.
Algunos lo ven como un acto de rebeldía ante una situación de miseria de la que quieren escapar. Yo simplemente los miro...


También me gusta, ya que estoy allí, comprarme algún que otro liputa (paño africano wax) para que alguien tenga buen corazón y me haga un diseño adaptado a mi "europeísmo", mis medidas y mis gustos. Todo esto no siempre es fácil de lograr...


Me perdería horas eligiendo paños en esas tiendas minúsculas, abarrotadas de todo, que son una explosión de color para los ojos, a veces hasta difícil de digerir. Siempre me cuesta encontrar el mío. No puede ser muy chillón, ni con bordados imposibles, ni tampoco demasiado caro (los hay que sobrepasan los 150€), ni demasiado de fiesta. No es tan fácil dar con el tuyo, con el que te pertenece por carácter, por estado de ánimo, por gusto... Lleva tanto tiempo que en algunas tiendas incluso te ofrecer algo de beber y un rato de conversación mientras tomas tu trascendente decisión.

Otras paradas obligatorias son las tiendas de música y vídeo. Indispensables: Diego Music y YouYou Music. En ésta última siempre me preguntan qué tal por España... Es lo que tiene ser casi clienta habitual jejeje. Son cajas de cerillas en las que no hay resquicio para posar nada más. Parece que las novedades musicales tendrán que comerse a las viejas antiguallas para hacerse con un sitio pero extrañamente todo cuadra, todo encaja como un gran puzzle en el que todas las piezas son necesarias. Los vendedores son como bases de datos musicales y de teatro congoleño. Una especie de 40 principales a lo bestia. Siempre encuentran lo que buscas. Incluso con sólo tararear un canción o contarles un trocito de argumento de la historia pueden llegar a ser capaces de encontrar el albúm en el que se encuentran. 
Hasta hay tiendas regentadas por chinos en las que te recomiendan las últimas novedades de Papa Wemba o Fally Ipupa y lo que es más fuerte...¡en lingala!.
En las tiendas hay sillas y siempre hay gente tanto dentro como fuera. Debaten, charlan, alborotan un poco...Hacen ambiente, como suelen decir.
La SGAE estaría encantada con ellos porque, aunque hay mucha piratería, es la única tienda de discos y dvds en la que siempre hay cola...



Tampoco puede faltar la visita a las tiendas de productos de belleza: las cremas "para negros" (como ellos las llaman), las "milagrosas" aspirinas, las BB Cream y las pelucas y extensiones...


Y como música de fondo: lingala, wolof, pidgin, bambara, árabe... pero a mí me entra más el lingala, porque es el más cercano, el más familiar...

Antes decían que Chatêu Rouge era un barrio peligroso. Nunca he estado de noche pero a mí no me parece nada peligroso sino todo lo contrario: un barrio sorprendente y vivo. Sobre todo eso: muy vivo. Fascinante, incomprensible, caótico. Familiar. En el que todas las mezclas son posibles: lo antiguo y lo moderno, lo blanco y lo negro, lo nuevo y lo usado, lo limpio y lo sucio, lo ilegal y lo legal... Todo tiene cabida en un encaje perfecto de bolillos.

Un sitio único. 
 LLevándole la contraria a Sabina que dice que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver" yo siempre quiero regresar a Chatêau Rouge, aunque sea en recuerdos.







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