Desde algún rincón del mundo a 11 de diciembre de 2014
Esta mañana he tenido que mojar en la leche de mi desayuno (y aún así me he atragantado igual) las declaraciones que ha hecho usted, Sr. Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior del Reino de España.
Ha considerado oportuno contestar a las críticas que, desde hace semanas, meses, han vertido sobre usted y su Gobierno las instituciones más variopintas (incluida, por una vez, la Europea), ONGs, Iglesia Católica, etc. Le hacen saber que las denominadas "devoluciones en caliente" son ilegales (como si ustedes no lo supieran ya), que atentan contra los derechos fundamentales al no garantizar la protección de los migrantes y contravenir el Convenio Europeo de Derechos Humanos y la Convención de los Refugiados de 1951, que España (¡se siente!) ratificó al inicio de su democracia.
Incluso el Procolo nº 4 del Convenio Europeo prohíbe de forma expresa estas devoluciones automáticas y colectivas; ya que, al hacerse de manera indiscriminada y express, no permiten en modo alguno evaluar las necesidades de protección que puedan tener los "expulsados calientes" de forma individual; tales como susceptibles solicitantes de asilo, menores no acompañados, alegato por razones humanitarias...Nada es tenido en cuenta. Son considerados "una ingente masa negra" y así se les trata. Nunca como individuos.
Como ve, Señor Ministro, no me dejo llevar por la compasión hacia esas "pobres personas", como usted las llama, ni por un exceso de sensiblería barata sino por las leyes. No es mi opinión personal (que me reservo como aún sigue siendo mi derecho) sino la pura y dura legalidad a la que me acojo.
Sus declaraciones de hoy son la respuesta típica con la que se zanjaría, en cualquier bar de cualquier barrio, la cuestión migratoria: "pues mételos tú en tu casa, no te jode".
Pero no me parece propio de su persona, ni mucho menos de su cargo, decir que "si me facilitan una dirección donde a esa pobre gente se le vaya a dar una manutención y un trabajo, se los envío para allá".
No son cachorrillos con los que nadie sabe qué hacer cuando crecen y empiezan a representar un problema y una responsabilidad ¿sabe?.
Me pregunto si no será que en verdad es usted un ser humano sensible y verdaderamente preocupado por sus prójimos del Sub-Sáhara al que todos hemos malinterpretado hoy.
No me queda clara su postura ante la migración.
No sé si usted lo ve, al igual que el partido ecologista en Suiza, como un "problema medioambiental producido por la superpoblación". Tal vez le dé esa sensación por la imagen de "hordas" y "avalanchas" de inmigrantes africanos que se empeñan con desesperación en pisar suelo español. Es cierto que los medios de comunicación no ayudan. Siempre tan alarmistas. Tal vez piense que van a acabar con nuestro Estado de Bienestar (no se preocupe, que para esta misión ya tenemos al enemigo en casa) o con lo que queda de él, con nuestros recursos, con nuestro medioambiente o con nuestro turismo.
O quizá usted se plantee la migración como una simple cuestión de espacio físico; algo así como "no es que no queramos que entren, es que aquí ya no coge ni un alfiler".
Bien...Voy a permitirme el lujo de comentarle a su Excelencia lo que he estado investigando y reflexionando desde mi posición de Nadie, como diría Eduardo Galeano (prolífico escritor uruguayo que siempre tiene la palabra justa).
Puede parecer un atrevimiento por mi parte pero he pensado que no le vendría mal tener otro punto de vista.
Mire...si usted insiste (o le insisten, no vayamos a quitarles el mérito tampoco) en la creencia de la "superpoblación migrante que amenaza nuestro eco-sistema español", quédese tranquilo.
A pesar de que a ustedes, desde sus altaneras alturas, les representen muchos (no, mejor dicho, demasiados) y así nos insisten por activa, pasiva y apoyo de los media, los africanos que entran en España saltando vallas o "navegando" en pateras suponen el 1% del total de las entradas en nuestro Reino.
Basándose en los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), la RED STOP RUMORES ha elaborado una ilustración muy gráfica y visual de lo que le estoy contando.
Parece ser que la "puerta de entrada" preferida son los aeropuertos, bien controlados, y con todos los papeles en regla. No quiero darle ideas con esto, Señor Ministro. Sólo me ciño a los datos estadísticos, que son los que son. Matemática pura. No me vaya usted a acusar de sensiblería ni de chantajista emocional si apelo a otras cosas.
El otro planteamiento que habíamos comentado era, si mal no recuerdo, el del "lleno total". "A rebosar estamos"- que diría alguien.
Tampoco se preocupe por esto, Señor Fernández: hay sitio de sobra.
Cuestión de estadísticas y matemáticas, ya le digo. Cuadra como un sudoku, ya verá.
Siempre según San INE "el descenso de población iniciado en 2012 continúa (en 2014)".
Al parecer a 1 de Julio de este año, la población era de 46.464.053 habitantes. Más de 200.000 habrían abandonado España durante el primer semestre del año.
Ya sé que se preguntará ¿qué suponen 200.000 personas en un mare magnun de 46 millones?. Pues, espacio, hombre, espacio. Que todo se lo tengo que decir.
Si el país pierde habitantes a cuenta gotas (no seré yo quien juzgue y valore sus motivos), eso quiere decir que faltos de espacio físico no estamos ¿no lo ve?.
Si a esto le sumamos que en todo el años 2013 fueron unos 1074 las personas (contabilizadas oficialmente) que consiguieron saltar la valla de forma efectiva y hasta marzo de este 2014, lo consiguieron unos 514...sume, sume...aún vamos sobrados de espacio.
Incluso en el peor de los escenarios que se pueda imaginar, que supongo que sea aquel en el que las 50.000 almas que, según fuentes de su Ministerio, esperan agazapados en el monte marroquí del Gurugú consiguieran entrar en territorio español...¡¡¡¡aún nos sobraría muchísimo espacio!!!.
Ni siquiera habríamos recuperado a todo ese capital activo y bien pensante que se está "transterrando" para vivir "múltiples aventuras", como le gusta decir a una de sus colegas.
Por otro lado, he descubierto algo que le va a dejar mucho más tranquilo, Fernández: el mayor número de personas inmigrantes que, por nacionalidad, llega a España, proviene, entre otros, de Rumanía, Italia y Reino Unido, todos ellos países amigos y, lo que es más importante, civilizados miembros de la UE.
Aunque ellos (y creo que también ustedes) prefieran llamarse "expatriados", yo no acabo de ver la diferencia y para mí no dejan de ser meros inmigrantes que se buscan las castañas, como todos los demás. Perdóneme la expresión.
Tal vez nos pasen más desapercibidos debido a su color blanco, que hace que se mimeticen más con el ambiente que los negros africanos, que como no pueden pasar desapercibidos por mucho que lo intenten, nos abultan más. De ahí, la fijación con lo de las "avalanchas". Creo yo.
Aclarados estos puntos, sólo nos queda hablar un poco de la solución que propones, Jorge. Me permites que te llame por tu nombre de pila ¿no?, que a estas alturas ya tenemos cierta confianza...
Y es que, en el fondo, eres un buenazo. No sé cómo a otros más liberales de pensamiento y acción no se les ocurrió antes. ¡Cuántos disgustos se/nos hubieran ahorrado!.
Algo tan simple como el APADRINAMIENTO de aquellos inmigrantes que se juegan la vida a un salto (sin pértiga ni colchón), sólo para que tú y los tuyos sigáis jugando con ellos a policías y ladrones, en nombre de la "legalidad" y el "derecho" (¿de quién?).
Si la solución pasa por dar bienvenida y alojamiento digno, estoy segura que hay un montón de gente de buena voluntad dispuesta a hacerse cargo de esos "pobres negritos". Y yo la primera, para que no digas que no predico con el ejemplo.
Porque vamos a ver...¿cuántos han sido expulsados "calientes" y "en caliente" por esta minucia logística?.
Jorge, en estos casos, lo que mejor suele funcionar es lanzar una campaña de apadrinamiento, siguiendo el modelo de captación de ONGs. Imagínatelo, con todo el marketing del que disponemos...
No sé si te parecerá un atrevimiento por mi parte pero tengo algunas ideas que pueden seros de utilidad...
Lo principal es un buen título, que choque. ¿Qué te parece algo así como MI CASA ES TU CASA?. Como hagstag podríais poner, por ejemplo, #apadrinainmigantessubsaharianossínegrosyafricanossaltadoresdevallas.
Sería todo a través de SMS, como siempre, en este tipo de eventos, claro.
El logo tiene que ser entrañable y representativo pero sin caer en los tópicos. Algo original.
He pensado en un español sonriente, en el lado perteneciente a nuestro Reino, con los brazos abiertos, esperando como agua de mayo, a que le caiga encima un inmigrante que salta ágilmente entre concertinas y alambres (nada de heridas y sangre, lo gore ya no gusta nada, se debe huir del morbo).
Todo esto, claro está, debe desarrollarse ante la atenta mirada de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, para garantizar que todo se desarrolla dentro de la más estricta legalidad española y europea.
Se me ocurre también (para solucionar a la par el tema de la reagrupaciones familiares) que los españoles voluntarios deberían llevar un cartelito con su lugar de residencia, por si alguno de los "saltadores" tiene preferencias. No sería posible a la inversa, que los españoles pudieran guiarse por los países de origen según preferencias, ya que ellos necesitan las dos manos para trepar, así que sería inviable que llevaran un cartel. A ver si vamos a tener alguna desgracia...
Jorge, tú párame, que cuando me emociono me dejo llevar...¿cómo lo estás viendo?.
Voy a serte sincera. Lo que veo un poco conflictivo es el tema legal. Sí, ya sé que tus declaraciones estaban llenas de buenas intenciones pero pueden hacer que alguna mente malintencionada crea que estás haciendo un llamamiento a la desobediencia civil con ánimo recaudatorio. Ya sabes lo viperinos que somos en este país...
Te lo digo, más que nada, porque en la LO 4/2000 (modificacada por la LO 2/2009) en materia de Extranjería considera como infracción eso de "dar cobijo u hospedaje a un inmigrante irregular". La cuantía de las sanciones está entre los 501€ y los 10.000€. Y me sabe mal decírtelo pero en estos tiempos de crisis económica seguro que esto echa para atrás a muchos de los posibles "padrinos", haciendo fracasar la campaña.
Así que a ver cómo resuelves esto: o cambias la ley o haces la vista gorda o das marcha atrás en tus declaraciones (que ya te digo yo que quedaría poco serio y profesional).
Con lo que decidas, aquí me tienes disponible #YOAPADRINO.
Y nada más Jorge, espero que estas reflexiones sobre la vida, la muerte, la lucha, la ley, la esperanza, las matemáticas y los derechos humanos de los OTROS te hayan servido, al menos, para ver, que por mucho que se empeñen, son también parte del NOSOTROS.
Un cordial saludo.
El árbol de mango no requiere de riego y rechaza los incendios; una plantación de mangos difícilmente podría quemarse durante la época de sequía. Es un árbol agresivo con otras especies para ocupar un espacio determinado.Su época de cosecha presenta un "pico" en el mes de mayo en las latitudes subecuatoriales del hemisferio norte ya que en este mes es cuando se inician las lluvias en estas latitudes, por lo que toda la maduración de los frutos se produce en los meses de mayor sequía.
viernes, 12 de diciembre de 2014
lunes, 8 de diciembre de 2014
INVENTANDO LEYENDAS...LA DEL ESPACIO VITAL, POR EJEMPLO
LA BODA DE SAN JORGE - DANTE GABRIEL ROSSETTI
Algunas
personas no soportan la cercanía de los demás. Rehuyen su contacto físico,
salvaguardan su espacio vital. Se defienden cómo pueden de sus “invasores”
tratando de no parecer descorteses, aunque se adivina su incomodidad de
“invadidos”. Estas sutilezas dan pie a silencios demasiado silenciosos y a
caras de estupor disfrazadas de tensas sonrisas. Situaciones incómodas, al fin
y al cabo.
¿Nunca os
habéis preguntado por qué sucede esto?
Cuenta la
leyenda que un joven caballero tuvo que partir lejos de su país, dejando atrás
todo aquello que conocía: su tierra, su familia, su labor…y por supuesto, a su
amada. Las circunstancias de ser un segundón sin patrimonio a heredar
obligaban.
Ella quiso
partir con él, ser su compañera de viaje, sufrir las mismas miserias y
disfrutar las mismas aventuras. Juraba que no le importaba.
El mozo no
tuvo el valor para aceptar. O tal vez, podríamos decir, tuvo demasiado: quiso
ahorrarle los pesares y las fatigas que – estaba seguro – el camino del exilio
traería consigo. No sería capaz de mirarla a la cara sucia de polvo, reseca de
sol. Los pies magullados, los miembros doloridos. El alma cansada de rodar
vagando, preguntándose por qué, para qué. Y finalmente, la decepción y el
desencanto en sus ojos. No sería capaz de enfrentarse a ello.
Pero todo
esto se lo guardó para sí el muchacho, cerrado a buen recaudo en su corazón. Lo
hizo así, bien porque no sabía jugar con las palabras para conseguir
expresarlo, bien por temor a que lo tomaran por un débil o un cobarde.
Se limitó
a negarse, imperturbable, y sin más, partió con la única compañía de su
caballo.
Como él
temía, el camino fue escabroso (incluso más de lo imaginado). Supo que había
hecho bien al no ceder a sus impulsos de dejarse convencer por la joven.
Necesitó toda la fuerza que tenía (y a veces, hasta de la que carecía) para
enfrentarse y salir medio airoso de los mil peligros que le iban acechando.
Estaba cansado. Demasiado largo. Demasiado fatigoso. ¿Cómo hubiera podido ella
aguantarlo?¿Cómo hubiera soportado él verla sufrir?.
Lo único
que lo consolaba eran las largas conversaciones imaginarias que mantenía con
ella, que le hacían más liviano el viaje, y la sentía como si cabalgara a su
lado.
Mientras
tanto, ella se acostumbró a la soledad. Al principio, para esconder su pena:
prefería estar sola para llorar a gusto, para desmoronarse y volver a crearse
solícita y sonriente, resignada. No quería que nadie la juzgara y mucho menos,
que la compadecieran.
Más tarde,
fue el hábito lo que hacía que buscase estar sola. Se había acostumbrado a
mantener largas conversaciones, como si él todavía estuviese allí. Imaginaba
sus respuestas, sus ingenios para hacerla reír, sus galanterías…Tanto se empeñó
en pensarlo a su lado que al final hasta logró sentirlo como si realmente lo
estuviera. Ya no le hablaba sólo en sus ratos de ocio y soledad sino en
cualquier momento del día o de la noche, no fuera a olvidarse de lo que tenía
que contarle. A veces reían sin parar. Él la hacía reír. A veces, se le escapan
unas lágrimas traicioneras (que nada tenían que ver con la tristeza por su
partida, como creían todos) por algunas discusión de enamorados que habían
tenido porque también tenían sus desencuentros.
Lo
importante era que él no se había ido, que seguía a su lado tal como había
prometido. Cogido de su mano, todo el tiempo. Aunque nadie fuera capaz de
verlo, aunque nadie lo creyera.
Por ello,
ella protegía el espacio que él ocupaba con desesperación, no fuera que alguien
lo dañara de forma inconsciente e involuntaria. Mantenía con todos las
distancias. Caminaba como si llevara un perímetro de seguridad a su alrededor.
Se intimidaba ante la proximidad de los otros. Huía de las multitudes, que
suponían un peligro para el frágil espacio vacío que caminaba a su lado. Se
aisló como si viviera en un pequeño islote, ajena al resto.
Empezaron
a pensar que estaba loca, que había perdido la razón por la pena que la partida
del muchacho le había producido. Él nunca había vuelto a buscarla.
Ella se reía. ¿Cómo iba a estar loca, triste
siquiera, si él siempre había estado a su lado, si nunca se había ido?.
¡Pero
cómo! ¿No lo habían visto ellos con sus propios ojos?¿Qué había sido aquello
entonces: una alucinación, una tomadura de pelo?
Ella no
supo responderles. Sólo se agarró más fuerte a su mano, como hacía siempre que
estaba nerviosa. Se aferró más fuerte al espacio que todos creían vacío. Él le
sonrió para infundirle ánimos, para darle vida. Una nueva vida. Por fin.
Por eso,
el espacio que nos rodea se llama “espacio vital” porque contiene a un ser
querido que nos acompaña para que no nos sintamos solos y perdidos, que nos
insufla esperanza y vida. Pero sólo los ojos más adiestrados consiguen verlo.
El resto sólo ve un espacio vacío. Sin más.
Es por
ello que algunas personas se empeñan en proteger, como si la vida les fuera en
ello, su espacio vital de invasiones externas, para evitar que en un descuido
alguien lastime a su “sombra”.
Fin
lunes, 1 de diciembre de 2014
TIRANDO DEL HILO...CORDELIA Y EL REY LEAR (MADOX BROWN)
CONVERSACIONES
TRAS LAS CORTINAS
“Míralos.
Un viejo rey, mi señor, enfermo de locura o arrepentimiento. ¿De qué puede
quejarse un hombre que lo tiene todo: techo donde cobijarse, cama caliente, la
panza y la despensa llena de ricos manjares por los que no debe preocuparse,
tierras y hombres que lo mantienen y lo alientan, soldados dispuestos a dar la
vida en su nombre por protegerlo a él y a sus privilegios..? ¿De qué puede
dolerse un hombre así, para estar postrado, a la vista de todos, cual
vagabundo, pidiendo a gritos la muerte?
¿Qué sabrá
él, viejo e inútil mentecato?.
El
aburrimiento y esa vida tan plena es lo que lo enferma, lo mata, lo desquicia.
¿Y ella?
¿Qué la hace diferente al resto de mujeres?¿Su color sonrosado de matrona
despreocupada y satisfecha?¿Sus manos finas que no conocen labor? ¿Sus ropas
elegantes?.
Es menos
soberbia que sus hermanas pero eso no la hace mejor ni más digna que nadie.
¡Si yo los
pillara! ¡Si yo los pillara a ambos iban a ver de qué era capaz este soldado
ignorante y muerto de hambre! ¡Voto a Dios que si yo tuviera el valor…!”
Pero…¿qué
es ese sonsonete constante que se mete en mis oídos, taladrándome la cabeza y
los pensamientos?.
¡Ay! Este
compañero de guardia, que arrastro como una cruz, y que la fortuna me ha
endosado para colmar mi paciencia y enervarme: chistes, cotilleos tabernarios,
broncas de vino y rosas…Una y otra vez…Y otra…
¿Qué
diablos puede importarme eso a mí ahora, que estoy pensando en cómo cambiar los
órdenes establecidos (de pensamiento, eso sí, ya que no puedo permitirme
hacerlo de acción)?
-
¡Maldito
rufián. Malandrín. Cállate de una vez! – gruño en susurros.
Para
contrariado, sorprendido de que no me interesen sus marujeos soldadescos,
congelado el gesto de su mano afeminada…
¿Quién iba
a decirnos que esa imagen pasaría a la Historia y nosotros, dos simples nadies, con
ella?
TIRANDO DEL HILO...AURORA DEL ALBORNOZ V2
“Al fin se fue. Y sin atacar. Todo ello resulta ahora
un tanto extraño…”
Siempre juraba que nunca me dejaría, que debía cuidarme y
protegerme como un tesoro. Nunca tuve claro (ni siquiera ahora) si lo motivaba
el amor o eran más bien los votos que había hecho el día que nos casamos y que
implicaban una norma más que debía cumplir.
Él era una persona extremadamente estricta y normativa,
vivía comprimido dentro de un reglamento en el que casi cualquier cosa estaba
regida por una norma que no se podía saltar, bajo ningún concepto y casi
ninguna excepción.
No le
gustaban ni los riesgos ni el peligro. Ni siquiera las sorpresas, porque no era
capaz de controlarlas. La rutina era para él como la tabla a la que un náufrago
se agarra para salvar la vida. Como una brújula que le marcaba el camino recto,
sin atajos, que debía seguir para no
perderse y llegar, finalmente, a buen puerto.
Cualquier
cambio brusco e inesperado en su día a día le dejaba perdido, a la deriva, sin
hacer pie en ese inmenso océano que era la vida a su alrededor.
Todo
estaba pautado y no era raro encontrarse cronogramas de lo más diverso, en
cualquier inesperado lugar por el que él hubiera pasado.
“La
organización es vital para optimizar el tiempo y, por tanto, la vida” – solía
decir.
Porque
¿qué era la vida para él?. Simplemente una sucesión de tiempos organizados.
Al principio, eso era lo que más me gustaba de él. Me hacía
sentir segura. Nunca pasada nada no previsto (salvo alguna rara excepción) así
que podía relajarme, vivir tranquila, dejarme ir…sin demasiadas preocupaciones
ni responsabilidades. Él se encargaba de que todo fuera fácil y sencillo dentro
de unos órdenes establecidos.
Supongo que entonces, en esa modorra cotidiana en la que
pasaba los días, era feliz, me sentía feliz, tal como estaba planeado.
De repente, sin nada concreto o importante que lo
desencadenara, empecé a asfixiarme.
Primero vinieron los sudores fríos, en mitad del caluroso
verano, a las que no les dí la menor importancia.
Luego, una especie de ataques de pánico que me dejaban
paralizada y exhausta por un esfuerzo físico que no era consciente de haber
realizado.
Más adelante, invisibles espasmos que me llevaban a cometer
“pequeños terrorismos cotidianos”: ir a comprar el día que no tocaba, salir
sola para deambular sin rumbo fijo, no llegar a tiempo para preparar la cena a
la hora exacta, cambiar la cita del dentista o de la peluquera, cancelar una
cena con amigos, pasar la aspiradora el día de descanso…Rebeldías nimias, que
no me hacían sentir ni mejor ni peor, pero que sabía que a él le exasperaban; a
pesar de que aguantaba estoicamente sin decir nada: ni una sola palabra, ni un
solo reproche. Que él iniciara una discusión ya lo tenía yo descartado desde el
principio de mis “boicots” pues era algo que no podía planearse, ni tampoco
sabíamos como hacerlo. Pero yo no perdía la esperanza de que me sorprendiera.
Cada vez iba a más, me volvía más osada e intrépida, hasta
el punto de desorganizar por entero los horarios y hábitos establecidos durante
años de convivencia. No creo que fuera la maldad lo que me empujaba a
torturarlo así (porque yo sabía que para él eso era una especie de tortura
china). Quizá sólo me movía el hastío, las ganas de romper de un manotazo la
tela de araña perfecta que había tejido a mi alrededor de forma pausada y
concienzuda (con mi placentero consentimiento además), bien para cuidarme y
protegerme, como decía él o bien para atraparme en ella y que no pudiera
escapar, como empezaba yo a sospechar.
Me volví cada vez más perfeccionista, más elaborada, más
sutil.
Él nunca dijo nada. Sólo ponía esa cara como de niño
desamparado y huérfano, perdido sin saber qué hacer y sin entender por qué y
para qué.
Hasta que un día, al despertar, ví que ya no estaba. Al fin
se había ido. Sin atacar siquiera. Tan propio de él.
Me sentí orgullosa de encauzarle a hacer algo que nunca
había previsto. Aunque a su manera, el que hubiera roto sus sacrosantas rutinas
por mí era el mayor acto de amor por su parte. Estaba asombrada. Al fin había
reaccionado. Entonces lo amé como nunca.
Aurora de Albórnoz (1926 -1990) fue una escritora, ensayista, crítica literaria y profesora española, de origen asturiano y "trasnterrada" por la Guerra Civil, junto con su familia, desde su Luarca natal (Asturias) a Puerto Rico para volver más tarde a España.
Desconocida prácticamente como escritora en España; es hoy casi una odisea encontrar alguna de sus obras (todas descatalogadas): Prosas de París, Cronilíricas, Palabras desatadas, Palabras reunidas...o Por la primera blanca, obra a la que pertenece este "hilo" del que tirar...
TIRANDO DEL HILO....AURORA DE ALBORNOZ V1
Y d““Al "Al fin se fue. Y sin atacar. Todo ello resulta ahora un tanto
extraño…”
Y decepcionante, pienso yo.
Precisamente ella: la paladina de la lucha (pero de la LUCHA con mayúsculas), como
solíamos llamarla en broma.
La que lo anteponía todo (nada era nunca más importante)
por las causas a las que se agarraba con fiereza y en las que se embarcaba con
un fervor casi religioso (aunque no le gustara mucho esta definición mía).
Para ella nunca era bastante. Siempre nos quedábamos cortos
de batallas, de victorias, de causas, de vivos, de muertos, de…Nunca hacíamos
lo suficiente: no creíamos lo suficiente, no empatizábamos lo suficiente, no
nos involucrábamos lo suficiente…Nada de lo que hiciéramos era lo bastante
bueno o impactante o definitivo.
Ni siquiera tenía piedad con los que se dejaban algo más
que la vida en el combate, en esa eterna guerra de guerrillas en la que
vivíamos y de la que vivíamos. Los consideraba una especie de “traidores
involuntarios” (ni siquiera les daba el triste honor de considerarlos “daños
colaterales” y desprenderlos de una culpa que nada tenía que ver con ellos).
Decía que se habían dejado abatir en una mala acción, que no habían puesto el
suficiente empeño en burlar al enemigo (como si fuera algo que ellos, o nosotros
- los que quedábamos vivos y bien librados-, hubiéramos podido controlar, como
si morir matando hubiera sido una fatídica voluntad propia y no un macabro
error de cálculo.
Muchos la consideraban implacable, y más que respetarla, la
temían. Otros tantos pensaban que, de tan excesiva, “implacable” era un término
que se le quedaba pequeño.
Había un tercer bando, en el que debo incluirme, que creía
que simplemente era más humana, más sola, más vacía y más débil que cualquiera
de nosotros. Se encubría a sí misma, no se dejaba ver, se disfrazaba de
exigente, de perfecta combatiente, nunca flaqueaba, no se perdonaba una ni se
relajaba nunca. Lo hacía así porque la lucha era lo único que le quedaba y no
quería fallar y verse sin nada, sola; así que se entregaba (y nos entregaba)
con lo único que tenía para dar: su vida (y las nuestras). Lo hacía como una
especie de “sacrificio ritual”, perfecto y sin tachas, ejemplo y obra para la
posteridad.
Era una “suicida eterna”: ataque, contra-ataque, defensa…
Con lo único que no contábamos (supongo que ni ella ni por supuesto nosotros) era con un temor
oculto, enterrado y que era más fuerte que ella misma, que su lucha, que su
entrega…: su miedo a la muerte.
Por ello, ahora no resulta extraño que, cuando la Santa llamó tranquilamente a
su puerta, el día más soleado y caluroso que por aquí se recuerda en mucho tiempo (tal vez para
romper el tétrico tópico que une oscuridad y muerte), ella se encogiera sobre
sí misma como un bebé, sin presentar batalla, sin un triste amago de ataque
siquiera, yendo en contra de lo que se había auto-impuesto a sí misma durante
toda su vida y lo que, en su defecto, nos había enseñado (e impuesto
férreamente) a todos nosotros.
Tal vez la venció el cansancio de una vida mísera y vacía
(en contra de lo que se empeñaba en demostrar).
Tal vez quiso probar, por una vez, el abandono total, la
laxitud imperfecta (pero llena de plenitud) de un abrazo (por muy frío que éste
pudiera ser).
Tal vez se diluyó en la lucha por los demás y prefirió
rendirse en su propia batalla, en la que el enemigo era ella misma, porque ya
no le quedaba ni siquiera la esencia.
Se dejó ir como la niña obediente y sumisa que nunca fue,
en contra de la mujer que había sido. Pero sobre todo, cuando al fin se fue,
sin atacar siquiera, nos dejó a todos con un palmo de narices: desengañados,
decepcionados y vacíos de convicción sin ella, que todo lo llenaba (aunque
fuera de reproches). Parecía que ya nada tenía sentido porque era ella la que
se lo daba. Pero ya no estaba. Ya no
tenía ni autoridad física ni moral sobre nosotros.
Al fin nos quedamos solos, cada uno metido en sí mismo y
todos haciéndonos la misma pregunta: ¿seguimos atacando o paramos y nos
rendimos?
Aurora de Albórnoz (1926 -1990) fue una escritora, ensayista, crítica literaria y profesora española, de origen asturiano y "trasnterrada" por la Guerra Civil, junto con su familia, desde su Luarca natal (Asturias) a Puerto Rico para volver más tarde a España.
Desconocida prácticamente como escritora en España; es hoy casi una odisea encontrar alguna de sus obras (todas descatalogadas): Prosas de París, Cronilíricas, Palabras desatadas, Palabras reunidas...o Por la primera blanca, obra a la que pertenece este "hilo" del que tirar...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)