martes, 28 de agosto de 2012

(MIS) MEMORIAS (O DESMEMORIAS) DE ÁFRICA

Si pienso en la primera imagen que yo tuve de África no dudo ni un segundo en decir que fue la de "los niños del Biafra".
Los que yo denominaba "niños del Biafra" eran negritos con una gran barriga hinchada (de malnutrición, supe más tarde), con los mocos cayendo de sus graciosas naricitas, varias moscas rondandoles (y en ocasiones, en las peores imágenes, posandoseles descaradamente sobre las comisuras de los labios); mirando a cámara con unos ojos tan negros y profundos (más propios de un anciano que de un niño),  en los que si te fijabas mucho, incluso podías ver el reflejo del fotógrafo en ellos. Parecían querer decirnos muchas cosas aquellos ojos pero sólo nos llegaba el vacío, la nada...
Recuerdo que, por aquella época, yo no era muy buena comedora y las pocas cucharadas de comida que, tras una ardua lucha contra mi madre y mis abuelas, eran capaces de meterme a fuerza más tenían que ver con el sentimiento de culpa que con las verdaderas ganas de comer. La amenaza de: "Mira los pobres niños del Biafra, que no tienen nada para comer y tú despreciando la comida que tienes...¿no te da vergüenza?" me perseguía implacable hasta que abría la boca, apenada.
El mensaje me caló tan hondo que, incluso a día de hoy, cuando ya estoy bien servida de comida, si en mi plato aún queda algo me siento en la ya "obligación moral" de comérmelo en honor de los "niños del Biafra" que traumatizaron mi infancia sin quererlo.
Años más tarde busqué en la mapa un país llamado Biafra como tal, y no lo encontré.Pensé entonces que tal vez era una historia que mi abuela se había inventado sólo para obligarme a comer (con un éxito total por la culpabilidad que me generaba, debo decir).Sin embargo recordaba vívidamente las imágenes de aquellos niños, sus miradas...
 Al parecer, el Biafra duró sólo  3 años - de 1967 a 1970 - y era una región independizada de Nigeria, que gracias (¡cómo no!) al apoyo de potencias extranjeras (tanto africanas como occidentales), más interesadas en hacerse con el control de su petróleo que en parar  (o al menos en no alentar) una guerra que se cobró la vida de un millón de personas en sólo 3 años.
Esta imagen de un África infantil y hambrienta me persiguió durante los primeros años de mi infancia. Luego se fue transformando...

Un colegio religioso también hizo maravillas con mi imagen del continente africano.
Bueno, por aquel entonces, en cuanto a mí se refiere, África no era un continente sino un país enorme, gigantesco, de tierra rojiza y seca, en el que nunca llovía (de hecho ni siquiera tenían agua), y en el que los hombres (todos musculosos, fuertes, medio desnudos, pintados de colores y decorados con cuentas y telas alegres) y  mujeres (que no conseguía distinguir muy bien a no ser que llevaran un fardillo a la espalda en la que se descubría un bultito con piernas o fueran  a pecho descubierto) vivían en pequeños poblados con casas redondas de adobe y paja y se dedicaban a cultivar una tierra yerma, que apenas les daba para comer y a cuidar un ganado famélico.
Los ya famosos "niños del Biafra" iban creciendo al igual que yo pero no me sentía para nada identificada con ellos. Su vidas eran muy tristes y llenas de hambre y de sufrimientos y eran "seres" (sí, he escrito "seres" de forma consciente, porque los veía tan lejanos a mí, tan distintos que acababa por no verlos reales). Necesitaban que les llevaran "la luz" y la alegría, con la misma intensidad que necesitaban el agua o que prosperaran sus cosechas. Eran sujetos a los que ayudar porque ellos, debido tal vez a sus condiciones extremas, no eran capaces de hacerlo.
Aquí entró de pronto una figuraba que me encantaba: los misioneros.
Siempre los imagino (de hecho aún persiste en mi cabeza este estereotipo infantil por mucho que me empeñe en cambiarlo) con su barba larga, sus gafitas de intelectual, su cara bonachona, pantalones anchos y camisa blanca y sandalias de cuero por supuesto. Las misioneras sólo podían ser monjas con un hábito más "relajado" y una enorme cruz de plata al cuello dedicadas sobre todo a los hospitales.No me interesaban demasiado. Pero los misioneros (hombres)...esos sí que "molaban". Lo dejaban todo: familia, amigos, comodidades... por una vida llena de necesidad y sacrificio con tal abnegación que se me saltaban hasta las lágrimas. Allá donde iban llevaban con ellos el progreso, la educación, la sanidad, la civilización, la alegría y la "luz". Los comienzos siempre eran duros y llenos de peligros pero siempre valía la pena el esfuerzo porque, como super - héroes, siempre se imponían a cualquier dificultad que se pudiera presentar y eran queridos y admirados por su pueblo. Talmente como en los cómics.
¿Qué sería de aquellas gentes sin ellos? - me preguntaba. ¡Qué afortunados los pueblos a los que habían llegado!.
Esta idea se reafirmaba cuando nos daban aquellas charlas llenas de aventuras, de anécdotas, de fotos en los que los niños y los adultos los rodeaban y ellos nos miraban sonrientes, llenos de paz como aquellos con el deber cumplido, seguros y orgullosos de sí mismos y de su labor.
Nunca me cuadró el que no hubiera una heroína en estas historias. A ser posible "local" (como ellos llamaban a los "nativos"). Era fundamental que en esas historias entrara el amor pero ellos nos hablaban de otro tipo de amor: el amor al prójimo y a Dios.
Esta fase de ver África única y exclusivamente como "escenario misional" me pilló en plena pre - adolescencia y con las hormonas revolucionadas.
¿Acaso no era compatible "ayudar" con el amor?...

Al empezar el instituto, África cambió por completo para mí.
De repente, ya no era un país como tal sino 54.   Existían ciudades y coches y edificios y bancos e iglesias y colegios y hospitales y guerras...muchas guerras, mucha miseria y mucho sufrimiento...Además de dictadores y tiranos que trataban a machete a sus propios pueblos.
Los misioneros, al igual que mis comics y libros de aventuras, pasaron al olvido por algo más laico e identificable con mi yo de entonces como eran los cooperantes y su mundo de ONGs (había incluso algunos que colaboraban con 2, 3 ó 4 ONGs a la vez)
Aquí encajaba todo: la política, la lucha contra los sistemas establecidos, la justicia social, la igualdad, el trabajo remunerado, conocer mundo, las experiencias "multiculturales", el amor (si surgiese jejeje)...Eran jóvenes, bien preparados y "solidarios" (nueva palabra en mi vocabulario) que iban a "enseñarles a pescar y no sólo a darles peces".
África y los africanos, en realidad, seguían en 2º o incluso un 3er plano. África se había convertido en un menú a la carta en el que se podía elegir un país (según el idioma, según la cultura, según el conflicto...) entre 54 realidades distintas según las necesidades de cada uno. Pasó de ser un escenario para ayudar con la gracia de Dios a ser un escenario en el que ayudar como dios.
Los africanos seguían pareciéndome seres exóticos a los que "ayudar" a desarrollarse, ya que por diversos motivos no lo habían conseguido por ellos mismos y era necesario que les enseñáramos cómo hacerlo a la occidental para que no se quedaran encallados en un pasado salvaje y primitivo que en nada les beneficiaba. Las ONGs iban allí sólo a acelerar el proceso y convertirlos en lo que nosotros éramos en Occidente porque eso era lo mejor para aquella gente (ya que había sido bueno para nosotros).
Curiosamente nunca los consideré como "seres inferiores" por africanos o negros sino con un retraso en su desarrollo económico y social respecto a  los blancos, los occidentales. En cuanto le cogieran el truco a  ver la vida y el mundo como nosotros seríamos todos iguales, independientemente del color o del continente en el que viviéramos.
Un avance importante en mi vocabulario (gracias Ángel por tus broncas porque a ti te lo debo) fue que empecé a pronunciar, aún con cierto temor por si ofendía, la palabra "negro". Sonaba raro llamarlos así. Parecía casi un insulto a nuestros oídos. Eran "negritos" (siempre preferí este diminutivo del color verdadero que rarezas como "oscuros" o "morenos" o "subsaharianos"). Siempre lo habían sido. A nuestros ojos eran como niños desprotegidos (incluso los adultos) a los que ayudar y de los que tener compasión y pena. Por nada del mundo queríamos ofenderlos llamandolos "negros" (ahora me pregunto por qué era  tan negativa para nosotros esta palabra...).

El paso a la universidad no hizo cambiar mucho esta imagen de África. La hizo, si cabe, más profunda y politizada. Me dio trozos de historia y de historias para argumentar y reafirmarme en el mundo de la cooperación. Amplió mis conocimientos teóricos y mis miras.
A nuestro lado empezaron a aparecer de forma más visible ciudadanos de aquellos países (que muchas veces ni siquiera sabíamos situar en un mapa) trayendo consigo historias increíbles y todo el exotismo del que eran capaces.
¿A qué venían?¿Qué hacían aquí?¿Cómo vivían?¿Qué esperaban conseguir?¿Cómo veían esto?¿De qué huían?.
Ya no sentí necesidad del continente africano porque una parte de África se había venido a mi tierra y eso me daba la oportunidad de conocerla a través de los ojos y las historias de su propia gente, de primera mano.
África empezó a hacerse presente a la puerta de mi casa y ya no me resultaba tan interesante el tema de las ONGs como potenciadoras de cambio y ayuda sobre el terreno sino como instrumentos a través de los cuales conocer y comunicarme con los africanos que empezaban a llegar para quedarse en mi ciudad.
Supe así que había un grueso de población africana que no era ni muy rica ni muy pobre sino todo lo contrario, que muchos de los que venían no escapaban del hambre sino de la injusticia y la corrupción, que muchos eran personas bien formadas que habían dejado atrás una buena vida sólo para vivir en libertad y paz, que había entre ellos médicos, profesores, estudiantes, carpinteros, albañiles, policías, músicos, mecánicos, panaderos, políticos, abogados, comerciantes, futbolistas...No me era difícil identificarme, salvando todas las distancias posibles, con ellos, sus sueños y sus esperanzas.
Empezaron a ser "objeto de análisis" y yo pasé a ser una suerte de "antropólogo inocente" con todas sus torpezas e ignorancias. Cuando consideré que había reunido suficiente información de su vida  y su situación aquí empecé otra vez a preguntarme qué habían dejado atrás, por qué lo habían dejado, cuál era la realidad real y cuál la ficticia que nos contaban a través de los media, de los libros de texto, de los libros de Historia ...

En mi paso hacia la vida (real) seguí indagando.
Fue la curiosidad la que me hizo llegar a mil realidades distintas, no siempre convergentes, no siempre creíbles para mis oídos y mis sentidos, no siempre fáciles de encajar y comprender.
De repente, no entendía por qué aquí no se sabía nada de lo que ellos me contaban, por qué los periódicos, las televisiones no denunciaban las mil y una situaciones que les hacían emprender el "rally", jugarse su vida y su destino a una sola carta... Muchas veces no entendía de lo que me hablaban. Confieso que dudaba a menudo de aquellas historias...
De repente, se habían convertido en protagonistas de una Historia (de muchas Historias) que nunca había escuchado, que no sabía que existían, que formaban un puzzle de un millón de piezas que no sabía si sería capaz de encajar...
¿Cómo, si ya eran países independientes desde hacía algunas décadas, iban a seguir estando controlados y manipulados por agentes coloniales (por todos los dioses: las colonias ya habían dejado de existir)?¿cómo iban a ser objeto de expolio de riquezas (pero África tenía alguna riqueza??) por parte de multinacionales extranjeras o países occidentales?¿cómo que sus guerras no eran producidas por odios tribales ancestrales sino por gobiernos europeos y africanos corruptos?¿cómo que sí había opositores (que por otra parte no duraban mucho tiempo) a los regímenes impuestos si aquí nunca oíamos hablar de ellos (ni de sus muertes o "desapariciones")?¿cómo que era Occidente quién no les dejaba ser libres ni independientes?¿cómo que los adorados misioneros de mi infancia les imponían por fuerza la fe y despreciaban sus culturas y costumbres ancestrales por considerarlas paganas y primitivas?¿cómo que muchos cooperantes, con sus buenos sueldos, sus jeep, sus casas en las mejores zonas residenciales y con seguridad privada apenas sí se relacionaban con ellos salvo y específicamente a través de sus misiones de trabajo?
Confusión total....
Fue como darme contra un muro de hormigón a 200 kms por hora.
Era necesario "desaprender" mucho de lo aprendido durante mi vida para hacer hueco y encontrar un poco de verdad. Fue una mudanza muy dura porque, a parte de sacar todos y cada uno de los muebles, era necesario observarlos detenidamente uno a uno, con ojo casi científico para no dejarse engañar y ver cuáles eran rescatables (si es que alguno lo era). Me quedé casi vacía. Había demasiadas cosas inservibles y otras de las que, a pesar de todo, tenía miedo de deshacerme ya que si lo hacía dejaría de hacer pie y destrozaría verdades infinitas en las que siempre me había basado. (¿todo (o mucho) eran mentiras, omisiones?¿qué mosntruo era aquel que yo conocía?).
Como digo, fue duro y lento, muy lento.
Pasé una barrera en muchos sentidos y eso me hace estar en una cuerda en medio de la nada.
Pero también ha hecho posible que me desnude aquí y ahora. Que me haya podido desprender de todas las capas, hasta de las que más me avergüenzan. Era un ejercicio necesario.

Mi imagen de África ahora, en este punto justo de mi vida, es muy vivaz, muy fuerte, muy enérgica. Tal vez muy rebelde. Muy desinhibida. No me creo nada y me lo creo todo.
He dejado de creer en la necesidad de misioneros y cooperantes y de ONGs y de "fuerzas de paz". Sólo creo en la gente que vaya de igual a igual, gente que quiera luchar codo con codo, que apenas se noten pero que estén. He dejado de creer en la intervención de Occidente con la excusa de la "ayuda" o de la "solidaridad". He dejado de creer en importarles a fuerza un "desarrollo"  que tal vez no quieran o no deban admitir tal como se lo estamos mostrando. No entiendo por qué les faltamos al respeto tan  descaradamente yendo de maestros de todo sin haber sido alumnos de nada ¿Por qué esa necesidad imperiosa de ir a enseñar y nunca a aprender o lo que es mejor aún: a compartir?..
Ya no creo en los africanos como sujetos pasivos de esta historia y de todas las que fueron y de las que vendrán. Aunque lo parezcan. Aunque incluso lo crean ellos mismos y sientan - como dice Donato Ndongo-Bidyogo en "Acerca de los estereotipos de África: Imaginar África"- que están "sumidos en la abulia, sin modelos ni valores, que los africanos somos hoy incapaces de asumir unas tradiciones que a menudo ya no tienen ningún significado en nuestro mundo actual ni una modernidad cuyo sentido se nos escapa. Así resulta imposible hallar el equilibrio que armonice nuestras vidas, nos devuelva la ilusión y dé sentido a unas existencias vacías".
Hoy mi imagen de África es una imagen plagada de andamios, donde todo está en re-construcción y cuyos albañiles, arquitectos, ingenieros son los propios africanos (tal vez aquellos niños del Biafra hoy hechos hombres) que buscan encontrar por sí mismos su equilibrio, ganarse su propio respeto. No tengo ni idea qué va a surgir de esta titánica obra de construcción. Tal vez cuando quiten los andamios, si se quitan algún día, aparezca una mole monstruosa o algo muy bello y bien proporcionado.
No es discutible que a África, entre otras otras muchas cosas, se le ha robado la tradición, la cultura (aunque ambas deberían ir en plural), el respeto a sí misma e incluso, en ocasiones, su dignidad como continente. LLevan siglos haciendolo los blancos y ahora han tomado el relevo los asiáticos y los propios (mal) africanos.
Citando de nuevo a Ndongo- Bidyogo para describir, a mi entender, el mayor mal de África :la "despersonificación", la pérdida de la "entidad colectiva": "parte de los males que padecemos hoy (los africanos) tienen su origen en la quiebra de las culturas ancestrales, la ruptura traumática de las sociedades "comunocráticas" sin que fueran sustituídas por las aportaciones de los colonizadores. El africano está al borde del vacío, se debate entre la tradición perdida - muchas de cuyas manifestaciones ya no es capaz de interpretar - y la modernidad que no ha asumido, encontrándose en ese territorio de nadie que le priva de los asideros espirituales necesarios para sentirse seguro. Como se sigue creyendo, en el fondo, que la única cultura es la de los europeos, y últimamente también la de japoneses y chinos, se considera a los africanos unos ignorantes que deben aprenderlo todo de los que llegan de fuera; tendencia que se acentúa cada día un poco más pues una de las consecuencias perversas de la globalización es la pretensión de imponer una cultura uniforme, una sola manera de ver y de concebir el mundo".

Muchos tal vez digan que para avanzar no es necesario remitirse siempre al pasado, que hay que soltar ese lastre para poder construir. No estoy de acuerdo. Es necesario - por no decir, casi obligatorio - que se mire hacia atrás, No para fomentar odios ni perdones, victimismo o sentimiento de culpa. Se debe mirar al pasado para comprender este presente "despersonificado"  que niega el "africanismo" como algo positivo, cultural, histórico...Se debe recordar el pasado para construir un presente donde tenga cabida lo ancestral y lo moderno, pero sobre todo lo propio, que se ha ido perdiendo por el camino hasta casi aniquilarse, que ha de ser puesto de nuevo en valor para apreciarlo y respetarlo.

Los nkodia deben volver a salir a la luz, los fetiches que se escondieron, que se quemaron, que se destruyeron cuando los blancos les dijeron que eran negativos, prohibidos...Los africanos deben conocer su historia, no la que les/nos hemos fabricado. Occidente debe conocer su historia, la suya, no la nuestra a través de ellos, como actores secundarios. Con su voz. Con sus palabras.
Se deben emplear machetes. Pero para romper la abulia que adormece, que resigna. Para romper los muros, los que imponemos, los que nos imponen.
Sólo es cuestión de respeto.
Sólo cuando esto suceda seremos capaces de ver África. Sin adornos. Sin mentiras. Solo África...
Yo sigo intentándolo....






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