sábado, 15 de septiembre de 2012

EL DESEO DE KIANDA (Y EL MÍO)

Hace unos meses descubrí que, de todos los libros que había leído en mi vida ( que han sido unos pocos), nunca había leído nada escrito por un autor africano (o autora, por ser políticamente correcta). Ni un sólo libro. Me pregunté entonces a qué autores conocía. Y la respuesta fue la misma: ninguno.
Empecé a bucear por ahí y me hice con una mini - lista de imprescindibles.
No creo que la literatura se haga diferente por se hombre o mujer, blanco o negro, alto o bajo...La literatura es literatura, al fin y al cabo y hay tantas formas de hacerla como escritores de escribirla. Lo que sí creo es que los temas, los escenarios, las vivencias y algunas formas de ver las situaciones son diferentes según qué escritores.. Por ejemplo, todos los libros o películas que hablan de África (y que religiosamente me he ido tragando con mejor o peor digestión) son una visión de blanco total. No digo que esto sea algo malo, porque al final lo que nos muestran es la imagen o la idea de su director (blanco) pero ¿cómo lo vería un africano?. Esa era la visión que quería tener.

Empecé con Inongo - vi - Makomé, un escritor y cuenta-cuentos camerunés afrincado en España, por ser el primer autor que me encontré que era africano y escribía en español. Su presentación no fue nada literaria sino un ensayo escrito hace ya unos 20 años sobre los negroafricanos en España y que es tan descorazonador (porque parece que las cosas siguen ancladas en el tiempo en el que él lo escribió) como vitalista.



Seguí con un clásico: Chinua Achebe, un autor nigeriano al que les vas perdiendo el color  y la identidad a medida que avanzas en la lectura y ya no sabes si sus personajes están en Nigeria o en Occidente (digo siempre Occidente sólo por una cuestión de pereza: Europa y EE.UU es demasiado largo y pesado de escribir...), sin son blancos o negros, si su escenario es en 1950 o en 2012 porque al final los sentimientos que describe son tan humanas y vigentes que es lo único con lo que te quedas.



El siguiente en mi lista me acercó un poco más a Congo. Al vecino, al pequeño Congo pero aún así encontré elementos comunes e identificables. El gran Alain Mabanckou y su eterna gorra de repartidor de periódicos de los años 20 y su fina ironía me transportó más a nuestros días y me hizo reír mucho.




El último (de momento) es Pepetela. Lo conocí ayer. Es angoleño. Por defecto pensé que era negro. Me sorprendió ver la foto de la contraportada y descubrir a un Savimbi blanco y barbudo. Busco autores africanos y éste lo es. Y muy bueno, por lo que dicen. De momento, se te olvida el color y sólo ves lo que quiere que veas: Luanda y la destrucción de los valores africanos.


Fue curioso ayer sumergirme en Luanda. Buscar algo que me sonase. Intentar descubrir en sus personajes  alguna cara que me fuera familiar...

Y de repente, me llamas diciéndome que ha llegado el momento, que ya está todo preparado. ¿Cómo lo sabes?, te pregunto. Me han llamado de Luanda, dices. Yo me agarro al libro de Pepetela y pienso que el destino o la casualidad o la vida son bien curiosos. No puedo dejar de sonreír y las lágrimas no pueden parar de saltar y todo se mezcla en una sensación que ya no recordaba. Sólo Pepetela y "El deseo de Kianda" (que aún no sé cuál es) me mantienen pegada al suelo (si no fuera por ellos aseguro que podría salir volando como una de esas lamparitas chinas que se elevan con una llama).
A veces - pienso - esperar y luchar y desesperar y luchar tienen premio.

Siento que ya puedo empezar. YO. Ya puedo volver a reinar en mi reino, pensar en qué quiero hacer y cómo hacerlo sin tener una "hipoteca vitalicia" previa que condiciona todos nuestros actos. Aún no ha acabado todo. Nunca lo hará (por mucho que tú digas que sí). Pero con eso soy capaz de vivir. Esto era el paso. El primer paso. Y se me ha quitado un peso de encima. Bueno, aún no del todo. Hasta que todo pase, hasta que todo llegue a su destino y yo pueda volver a tocar tierra. Pero para eso ya no falta nada. En comparación con todo el tiempo que llevamos esperando, con todo el esfuerzo y el empeño que hemos puesto, con nuestros sacrificios y los suyos, con la lista de prioridades en la que siempre nos tocaba esperar las nuestras, con... lo que queda es un suspiro que ya no se puede medir en tiempo. No es nada.
Me siento rara, como digo. Como si ahora tuviera un camino delante de mí. Un camino vacío que debo ir rellenando con lo que yo decida. Tal vez sea peor que lo andado y visto hasta ahora. Tal vez no. Lo único seguro es que es el mío, el que me tocaba caminar, el que me estaba esperando y al que yo esperaba. No sé adónde me llevará. Sólo tengo claro que ya es hora de caminarlo, de avanzar y de ir en la dirección que yo quiera, sin pararme.

Me hace gracia que precisamente el día que recibo a Pepetela y ando por su Luanda buscando sea la propia Luanda quién me haya encontrado a mí. De toda mi lista ha coincido este libro en el momento justo. ¿Casualidad?.

Ahora que mi deseo se ha cumplido (y soy incapaz de quitarme esta sonrisa boba de la cara) me intriga saber cuál es el de Kianda y quién es la propia Kianda (aún no he llegado a esa parte).

El siguiente me está costando un poco conseguirlo (por retardada desde que tuve la ocasión). Bueno, en realidad son 2 partes. Un viaje inverso. Dos libros que necesito tener para comprender. Es la primera chica de mi lista. Se hace llamar Ken Bugul ("nadie me quiere" en wolof) y es senegalesa.


Después de ella vendrán más: Chimamanda Adichie, Nkuma, Anta Diop, Wole Soyinka, Emmanuel Dongala....y todos aquellos que me vaya encontrando por el camino, ése que gracias a las casualidades de la vida y de Pepetela me he encontrado estos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario