Hacía tiempo que no entraba en mi cocina con más intención que la de que el tiempo se parara durante un rato, de disfrutar de un momento propio en el que el mundo esperase afuera y mis movimientos fueran lentos, pausados como un baile elegante y delicado aprendido de antemano.
Hoy volví a entrar.
Miré el reloj. Era cierto. El tiempo se había parado en las 10.20 de la mañana. En realidad el reloj se había quedado sin pilas pero me pareció una buena señal.
Me tomé mi tiempo. Lo disfruté. Afuera dejé el cansancio del último mes, la incertidumbre, la locura... Pensé en lo que está por venir. En lo que quiero que venga. Lo hice con calma. Cada pensamiento conllevaba un ingrediente, su mezcla, su unión... Lo hice tal vez tomándome más tiempo del necesario.
Me gusta cocinar. Lo necesito.
Muchas veces siento que me susurran al oído: "echa sal", "un poco más de pimienta", "déjalo sólo 5 minutos más", "atrévete a mezclar"... No tengo idea de por qué eso es lo que dará resultado pero lo da. No sé por qué me fío pero siempre lo hago sin dudar siquiera. Es la única manera de sentirla cerca, llevando mi mano con fuerza o suavidad, según se requiera, dándome los consejos que nunca pudo llegar a darme, enseñándome lo que con ella se mantenía vivo, acompañandome...
Éste fue el resultado...
El árbol de mango no requiere de riego y rechaza los incendios; una plantación de mangos difícilmente podría quemarse durante la época de sequía. Es un árbol agresivo con otras especies para ocupar un espacio determinado.Su época de cosecha presenta un "pico" en el mes de mayo en las latitudes subecuatoriales del hemisferio norte ya que en este mes es cuando se inician las lluvias en estas latitudes, por lo que toda la maduración de los frutos se produce en los meses de mayor sequía.
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