jueves, 24 de abril de 2014

CAMINAR O LA MAGIA DE SER UN "VAGAMUNDO"

Creo que lo único que me mantiene en pie últimamente es caminar. Caminar. Caminar. Y caminar.

Más que caminar, vago. O camino vagando.

A veces, cuando me doy cuenta, estoy en una calle que no me gusta, por la que no tenía intención alguna de ir. Doy media vuelta  y retomo camino hacia ninguna parte, como si despertara de un letargo zombi que me hiciera ser consciente por un momento para luego volver a sumirme en él.

Nunca suelo tener un rumbo fijo pero las rutas son similares un día tras otro, con las pequeñas variantes que esta mini-ciudad permite. Casi siempre buscan el camino, acaban en el mar.



Me gusta porque me llena la cabeza de aire, de cielo, de sal y de agua. Y me la vacía de todo aquello en lo que no quiero pensar. Cuando algo me duele, me apena o me tortura lo borro de mi vocabulario, de mis palabras. No así puedo hacerlo de mi cabeza. La única forma, la única, es llenarla de todos esos olores, sabores y tactos que me da el caminar al lado del mar.

También hace que el tiempo pase, parándose en ese momento tranquilo y trasladándome a sitio seguro cuando todo ha pasado.

No sirve de nada esto que hago. Lo sé.

Todo sigue igual: ni mi cabeza se vacía ni hace que pasen los malo tiempos.

Pero sigo haciéndolo día tras día. Como una rutina a la que aferrarme, a falta de otras mejores.

Al menos, bajaré de peso ¿no?. Y puedo decir que soy una "vagamunda" con autorización de la RAE.

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