CONVERSACIONES
TRAS LAS CORTINAS
“Míralos.
Un viejo rey, mi señor, enfermo de locura o arrepentimiento. ¿De qué puede
quejarse un hombre que lo tiene todo: techo donde cobijarse, cama caliente, la
panza y la despensa llena de ricos manjares por los que no debe preocuparse,
tierras y hombres que lo mantienen y lo alientan, soldados dispuestos a dar la
vida en su nombre por protegerlo a él y a sus privilegios..? ¿De qué puede
dolerse un hombre así, para estar postrado, a la vista de todos, cual
vagabundo, pidiendo a gritos la muerte?
¿Qué sabrá
él, viejo e inútil mentecato?.
El
aburrimiento y esa vida tan plena es lo que lo enferma, lo mata, lo desquicia.
¿Y ella?
¿Qué la hace diferente al resto de mujeres?¿Su color sonrosado de matrona
despreocupada y satisfecha?¿Sus manos finas que no conocen labor? ¿Sus ropas
elegantes?.
Es menos
soberbia que sus hermanas pero eso no la hace mejor ni más digna que nadie.
¡Si yo los
pillara! ¡Si yo los pillara a ambos iban a ver de qué era capaz este soldado
ignorante y muerto de hambre! ¡Voto a Dios que si yo tuviera el valor…!”
Pero…¿qué
es ese sonsonete constante que se mete en mis oídos, taladrándome la cabeza y
los pensamientos?.
¡Ay! Este
compañero de guardia, que arrastro como una cruz, y que la fortuna me ha
endosado para colmar mi paciencia y enervarme: chistes, cotilleos tabernarios,
broncas de vino y rosas…Una y otra vez…Y otra…
¿Qué
diablos puede importarme eso a mí ahora, que estoy pensando en cómo cambiar los
órdenes establecidos (de pensamiento, eso sí, ya que no puedo permitirme
hacerlo de acción)?
-
¡Maldito
rufián. Malandrín. Cállate de una vez! – gruño en susurros.
Para
contrariado, sorprendido de que no me interesen sus marujeos soldadescos,
congelado el gesto de su mano afeminada…
¿Quién iba
a decirnos que esa imagen pasaría a la Historia y nosotros, dos simples nadies, con
ella?
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