martes, 19 de junio de 2012

LA FE DE LA APOSTASIA

Hace tiempo tomé una decisión y hoy voy a hacerla efectiva.
Es una decisión muy personal que, aunque por una parte pueda parecer intrascendente, un mero hecho simbólico, para mí es esa intrascendencia y ese simbolismo lo que me empuja con fuerza a llevarla a cabo.
Hoy voy a presentar la documentación para apostatar.
Es absurdo seguir constando en los archivos de una iglesia en la que no creo y en la que no sólo no creo, sino que me indigna y me arrebata a partes iguales.
No quiero (y esta decisión sí la tomo de forma voluntaria, consciente y bien meditada) seguir perteneciendo a una doctrina que manejan a su antojo volviéndola hipócrita: que predica el bien pero hace el mal, que predica la justicia pero es injusta., que predica la verdad pero actúa en la mentira...
¿Qué más quisiera yo que creer en esta u otra religión?. Pero simplemente no puedo.
Para mí es importante estar libre de vínculos directos con esta iglesia que me asquea cuanto más conozco su historia pasada y sus actos presentes.
Y simplemente no quiero seguir perteneciendo a ella sólo por dejadez.
Aunque parezca extraño, al menos para mí, esto no tiene nada que ver con Dios. Dios es otra cosa, va por libre de todas las zarandajas en que los hombres convertimos su esencia a través de las distintas religiones. Yo creo en Dios.
Me ha llevado años entenderlo y aceptarlo. Pero no me gusta seguir una doctrina (y menos aún una con la que no comulgo en más del 80% de su credo). Nadie sabe, por lo que nadie tiene la verdad absoluta sobre este tema. Parece que todos andamos "de oídas". Y "mis oídas" poco se parecen a las católicas.
"La religión es el opio del pueblo" dijo alguien. Yo añado que cualquier doctrina es opio para la gente. Cada uno debería ser libre de creer como le diera la gana, de darle la forma que más le gustase o con la que más identificado o tranquilo se sintiese, de sacralizarlo como a uno mejor le parezca. Pero claro, eso no interesa. Hay mucho en juego que se perdería y en este mundo nadie quiere perder, está mal visto (parece).
¿Qué más da estar sino no crees o no participas?. Pero es que sí que creo y quiero participar a mi manera. Lo único claro es que no quiero estar. Eso me da más. Se ha convertido en una carga que me quiero quitar. Y, al menos, voy a intentarlo. Lo considero un paso importante para mí. El primer paso hacia mí misma, hacia una libertad nueva de creencias.
He crecido en la fé cristiana, me he educado en ella, la he estudiado... Y, ahora me doy cuenta, también debo darle las gracias porque ha hecho de mí lo que soy y por eso mismo, por ese encorsetamiento, por ese miedo... he tardado tanto en hacer el mayor acto de fé. Esto puede parecer un contrasentido: hacer un acto de fé renunciando totalmente a la iglesia católica. Para mí lo es. Conmigo misma. Es una consecuencia directa de mi pensamiento, de mi sentimiento, de mi verdad. Es la coherencia entre el sujeto (mi deseo de no pertenencia a esta iglesia) y el verbo (la acción consciente y libre de dejar de serlo mediante la apostasía).
Lo único que debo echarme en cara a mí misma es que he conseguido mi partida de bautismo mintiendo. Ante un "para qué?" en un tono un poco fuerte y defensivo no me he sentido capaz de discutir sobre lo divino y lo humano ni tampoco he querido alargar un proceso al que necesito ponerle fin a brevedad con negativas, evasivas, impedimentos que tengo por seguro que se hubiesen utilizado en mi contra. Aquí no hay departamento de "retención de fieles" así que su "política de fidelización" para un descontento es demasiado agresiva y dificultosa.
Confieso que me he sentido mal. El hombre no me reconoció pero yo sí que lo conocí perfectamente. Pensé que ya se había jubilado. Se alegró cuando le dije que me iba a casar. Lo cubrió a mano, con toda la buena letra que su mano temblorosa le permitía. Tuve que repetirle unas cuantas veces lo mismo porque ya no oye bien. Fue él quien estuvo conmigo en mi primera "crisis de fé" a las 12 ó 13 años cuando al confesarme le dije que "no tenía pecados porque no creía en Dios". Fue amable conmigo. Me dijo algo que nunca olvidé: "Dios está jugando contigo al escondite pero al final lo encontrarás".
Me dio mucha pena no poder decirle la verdad (y evitar una situación difícil para ambos: para él porque le hubiera parecido algo así como una traición y para mí porque lo último que deseo es darle explicaciones a nadie y tener que defenderlas como en una guerra santa). Hubiera querido decirle que al final sí lo encontré pero de otra forma a como me enseñaron, de otra forma a la que él cree: sin jerarquías, ni libros, ni cantos, ni hipócritas, ni mediadores de por medio. Hubiera querido decirle que mi fé se reafirma y se reconcilia con el acto de la apostasía. Creo que no lo hubiera entendido, tal vez ni siquiera me hubiera dejado llegar hasta ese punto.
Y en verdad que no lo entiendo. No entiendo por qué este acto le puede parecer raro a alguien. Si alguien se une a una asociación y con el paso del tiempo ya no confiesa con sus ideas, se borra ¿por qué no puede ser esto lo mismo (y más aún cuando en esta "asociación" no he entrado de forma voluntaria ni consciente). No entiendo que pueda generar mala reacción el ser coherente con uno mismo y no querer estar en donde ni se quiere ni se cree.
Aún me quedan un par de trámites y a esperar a ver qué pasa. El paso más difícil está dado. Y ya no hay marcha atrás. Porque si en algo creo es precisamente en esto.


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